Habilidoso, encarador, le gusta llevar la pelota, la pide, no tiene miedo. Su técnico habla maravillas de él y los rivales no dejan de destacar sus cualidades. Con sólo 14 años, Ramiro Tobárez la rompe jugando en Los Bichos Verdes de Valle Grande, un club de Rawson que promete. Lo probaron en Argentinos Juniors y Newells y quedó, pero por cuestiones particulares no pudo avanzar en ese sueño. Sin embargo, sabe que vendrán nuevos desafíos y espera por ellos.
El chico juega de 10 y su ídolo es Neymar. Lo mira, lo admira y trata de imitarlo. «¿Qué tengo de él? Por ahora nada, aclara con humildad». Antes de desembarcar en el conjunto que dirige Javier Zárate, Ramiro llegó a estar en las divisiones inferiores de Unión y Picón. «El fútbol es mi pasión, le tengo mucho amor, es muy grande para mí», dice contundente, sin dejar ninguna duda de lo que este deporte representa en su vida.
Como todo chico, sueña con lograr cosas grandes de la mano de la pelota, con la que juega y se perfecciona desde que tiene 6 años. Ramiro tiene ocho hermanos, vive con dos de ellos y con su mamá, esa persona especial de quien heredó ese amor tan grande que siente por el fútbol. «Ella también jugaba», aclara.
Fanático de Boca y del Azul de Villa Krause, el pibe no descuida sus estudios. Actualmente cursa el segundo año de la secundaria, en este 2020 tan particular, atravesado por la pandemia. Lamentablemente, como ocurre en varios clubes, aún no pudieron retomar los entrenamientos. Pero lo harán en cuanto el entrenador supere algunos problemas de salud. Y Ramiro, como el resto de los chicos, espera ansioso.
«Mi hijo es un excelente niño. Ama el fútbol, desde chiquito jugaba con mi cuñado. Uno nace con el deporte, yo también lo practico. Es un chico excelente, con buenas notas en la escuela, las maestras siempre me felicitaron, nunca tuvo un problema. Estoy orgullosa, en lo que sea lo voy a acompañar», dijo su mamá muy orgullosa.